LA RACIONALIDAD PRÁCTICA EN LA EDUCACIÓN FÍSICA ESCOLAR
J. Devís Devís
J. P. Molina Alventosa
Universitat de València
1. Introducción.
La racionalidad práctica se refiere al conocimiento práctico o saber cómo realizar cosas tan diversas como ir en bicicleta, hacer una paella, realizar un programa informático o enseñar en una escuela. En el contexto de las clases de educación física existen, al menos, dos manifestaciones del conocimiento práctico: a) la que se refiere a saber cómo elaborar y hacer una actividad física; y b) la que se refiere a saber cómo enseñar. Evidentemente, la primera manifestación de conocimiento práctico afecta tanto al alumnado como al profesorado, aunque lo consideramos de especial relevancia para el alumnado, mientras que la segunda afecta sólo al profesorado.
2. La racionalidad práctica en las actividades físicas
Cuando la educación escolar sólo reconoce como intrínsecamente valiosos los contenidos cognitivos con capacidad de contribuir a otras áreas de la vida, únicamente considera propiamente educativo el qué se hace y no el cómo se hace. Esta visión de la educación, formulada en las obras de Paul H. Hirst y Richard S. Peters, promueve el desarrollo de la mente del alumnado. El tipo de conocimiento por el que se interesa es predominantemente teórico. Como dice P.J. Arnold (1991), "se orienta hacia lo que puede conocerse y decirse del mundo más que actuar inteligentemente sobre éste" (p. 30).
En esta visión de la educación subyace una lógica dualista cartesiana, donde se continúa diferenciando entre mente-cuerpo, teoría-práctica y pensamiento-acción y donde predomina el primer término sobre el segundo. La mente es la sustancia pensante, mientras que el cuerpo o la materia es la sustancia extensa. Según este planteamiento, en las personas encontraríamos procesos mentales internos que son causa de actos externos. Otro filósofo analítico, Gilbert Ryle (1949), a diferencia de P.H. Hirst y R.S. Peters, considera que tal escisión desaparece cuando analizamos el ámbito de la actuación, del obrar de las personas, sin intentar dar cuenta de las causas de dicha actuación. G. Ryle, considera que la mente no es una entidad diferente que provoque la actuación del cuerpo. El análisis de este filósofo intenta disolver el problema cartesiano, al mostrar que lo mental no es algo diferente de lo externo, sino el resultado de un modo de actuar.
En este sentido, G. Ryle entiende que la racionalidad humana no sólo contempla el componente teórico expresado en términos de saber qué, sino que también está compuesta de un conocimiento práctico expresado en términos de saber cómo. A partir de estas aportaciones P.J. Arnold (1991) profundiza en la racionalidad del conocimiento práctico y del saber cómo en las actividades físicas, rechazando que la teoría constituya una condición previa para saber cómo hacer algo. Si bien, advierte que la teoría puede informar y guiar útilmente la práctica.
Lo primero que hace P.J. Arnold (1991) es distinguir entre saber cómo en un sentido débil y en un sentido fuerte. El primero, se refiere al hecho de hacer algo intencionalmente sin saber dar una explicación de cómo se hizo. El segundo, se refiere al hecho de ejecutar algo de manera intencional e, independientemente de si se obtuvo éxito o no, ser capaz de dar una explicación de cómo se hizo o cómo llegar a hacerlo. Para ello deben conocerse y comprenderse las maneras de proceder permitidas y prohibidas en las reglas, así como las destrezas a utilizarse en las diferentes situaciones que se presenten durante el desarrollo de ese marco contextual[i].
3. La racionalidad práctica en la docencia
El profesorado es el principal agente implicado en el acto de enseñar y el conocimiento práctico que éstos utilizan en su actividad docente es conocido como conocimiento profesional. Para profundizar en este tipo de conocimiento recurriremos al trabajo de Donald A. Schön (1992), uno de los autores que más ha estudiado el tema, y a la comparación entre la racionalidad técnica y la práctica. Según este autor, una de las formas de racionalidad más utilizadas por el profesorado es la racionalidad técnica que se caracteriza por "la solución de problemas instrumentales mediante la selección de los medios técnicos más idóneos para determinados propósitos" (p. 17). Sin embargo, este tipo de racionalidad no es capaz de utilizar técnica alguna para definir esos problemas:
“Hay zonas indeterminadas de la práctica -tal es el caso de la incertidumbre, la singularidad y el conflicto de valores- que escapan a los cánones de la racionalidad técnica. Cuando una situación problemática es incierta, la solución técnica del problema depende de la construcción previa de un problema bien definido -lo que en sí mismo no es una tarea técnica. Cuando un práctico reconoce una situación como única, no puede tratarla solamente mediante la aplicación de teorías y técnicas derivadas de su conocimiento profesional. Y, en situaciones de conflicto de valores, no hay metas claras y consistentes que guíen la selección técnica de los medios·” (D. A. Schön, 1992: 20).
Para enfrentarse a esta problemática, D. A. Schön (1992) sugiere abordar el conocimiento profesional desde otro tipo de racionalidad. Para ello, partirá de las aportaciones de G. Ryle sobre la racionalidad práctica como manifestación de la racionalidad humana, el mismo punto de partida que tomara P. J. Arnold para abordar el conocimiento utilizado por las personas que se implican en las actividades físicas (ver apartado anterior).
Para D. A. Schön (1992), el pensamiento práctico del profesorado incluye varios procesos. El primero parte de las aportaciones sobre conocimiento tácito de Michael Polanyi (1966) y lo denomina conocimiento en acción. Este conocimiento es el referido a la ejecución espontánea y hábil que somos incapaces de explicitar verbalmente, es decir, sería el conocimiento implícito en la actividad práctica, su conocimiento estaría en la propia acción. El segundo de ellos lo denomina reflexión en la acción, es decir, el proceso mental que se realiza durante la acción y que es de inmediata relevancia para la misma acción.
“La distinción entre reflexión y conocimiento en la acción puede que resulte sutil. Un buen práctico ajusta sus niveles de respuesta a las variaciones que se producen en los fenómenos. En su apreciación paso a paso de un proceso, despliega todo un repertorio de imágenes de contextos y de acciones. Así, un lanzador de béisbol adapta el estilo de su lanzamiento a las peculiaridades de un determinado bateador o de una determinada situación en el juego” (D. A. Schön, 1992: 39)
Estos dos procesos del pensamiento práctico, vinculados a la actividad profesional, se asemejan a la caracterización de la racionalidad práctica en sentido débil de P.J. Arnold. En la racionalidad del profesorado, D. A. Schön (1992) incorpora un tercer proceso con dos focos de atención: a) la reflexión sobre la acción, es decir, el proceso mental sobre la propia acción; y b) la reflexión sobre la reflexión en la acción, es decir, el proceso mental sobre el pensamiento que se realiza durante la acción. Mientras la reflexión en la acción sirve para reorganizar la acción presente, en este tercer proceso del pensamiento del profesor existiría una separación, en el tiempo, de la acción y del proceso mental que se realiza durante la misma. Sería un análisis a posteriori sobre las características y procesos de la propia acción que P.J. Arnold denomina conocimiento práctico en sentido fuerte. Las relaciones entre conocimiento práctico en la actividad física y conocimiento profesional en la actividad docente pueden verse en el siguiente cuadro:
| Caracterización del conocimiento práctico según P. J. Arnold: | Procesos del pensamiento práctico profesional según D. A. Schön |
| Saber cómo en un sentido débil | Conocimiento en la acción Reflexión en la acción |
| Saber cómo en un sentido fuerte | Reflexión sobre la acción Reflexión sobre la reflexión en la acción |
Estos tres procesos sirven para afrontar esas zonas indeterminadas de la práctica, es decir, la problemática del conocimiento profesional del docente. En palabras de D. A. Schön (1992):
“Cuando el práctico responde a las zonas indeterminadas de la práctica manteniendo una conversación reflexiva con los materiales de tales situaciones, rehace una parte de su mundo práctico y con ello revela el proceso, habitualmente tácito, de construcción del mundo que subyace a toda su práctica” (p. 45)
4. La racionalidad práctica en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
La racionalidad práctica en las actividades físicas y en la docencia comparten la misma epistemología, aunque D.A. Schön (1992) enfatiza el papel central de la reflexión en la acción del profesorado y P.J. Arnold (1991) el sentido fuerte del saber cómo en el alumnado. En otras palabras, ambos planteamientos se asientan en el sentido que se le da a la acción que se realiza.
Para P.J. Arnold (1991), el valor educativo radica en lo que se enseña y, también, en el cómo y por qué se enseña[ii]. En este sentido, su planteamiento permite superar la relación entre los métodos como medios para la consecución de unos fines en forma de contenidos: "contenido y procedimientos son igualmente fines y medios de la educación. Juntos constituyen un modo de vida que posee su propia integridad" (P.J. Arnold, 1991: 23)
Según esta perspectiva, las actividades o tareas educativas se convierten en acciones en las que coincide el aprendizaje y la enseñanza porque en ese momento se establece la relación comunicativa entre el alumnado y el profesorado. Las tareas son acciones intencionales donde se manifiesta la racionalidad práctica del alumnado y del profesorado y descansa el valor didáctico de la enseñanza y del aprendizaje (J. Contreras, 1994).
5. La intencionalidad en las acciones educativas.
La cuestión que subyace al qué y al cómo es el por qué, es la intención. Tanto P.J. Arnold (1991) como D.A. Schön (1992) profundizan en las acciones intencionales: por qué hiciste lo que hiciste. La intención es el origen de esa racionalidad práctica.
A este respecto podemos considerar relevantes dos publicaciones. La primera, la publicación en 1957 del libro Laws and Explanation in History de William Dray que supuso una reacción contra la explicación de las acciones humanas a partir de su referencia a leyes generales. Para W. Dray explicar una acción no se funda en absoluto en leyes generales sino en una explicación racional consistente en mostrar que esa acción fue el proceder adecuado o racional en la ocasión considerada. La segunda, la aparición ese mismo año de Intention de Elizabeth Anscombe que hizo que la filosofía de la acción entre filósofos analíticos se centrara en la noción de intencionalidad (en G. H. von Wright, 1987).
Resulta apropiado para nuestro trabajo el análisis sobre la racionalidad práctica que realiza Jesús Mosterín (1987) en su libro Racionalidad y acción humana. Según este autor, "la dificultad con que nos tropezamos para hacer lo que queremos no suele ser tanto que no podamos hacer lo que queremos, cuanto que no sabemos qué es lo que queremos hacer" (p.52). En esta cita J. Mosterín destaca la importancia de la intencionalidad al referirnos a la racionalidad práctica. Con ello, este autor, al igual que hacen P.J. Arnold y D.A. Schön, va más allá de la racionalidad técnica porque se preocupa de la intencionalidad, el sentido o la definición del problema.
Para J. Mosterín (1987), "la intención siempre es intención de hacer algo, siempre es activa, implica una cierta tensión en dirección a la realización de una acción, a la producción de un evento" (p. 148). Este filósofo también distingue entre las acciones que son a la vez fines por ellas mismas de las que son medios que sirven a fines externos a las mismas. Por ello, el sentido no está en el tipo de acción sino en la acción concreta y su resultado concreto. La intención anticipa el resultado de la acción, es lo que se pretende con esa acción:
“Todos los animales superiores perciben el mundo mediante sus receptores. También nosotros percibimos el mundo, pero además de percibirlo, articulamos lingüísticamente lo percibido. Además de perceptores, disponemos de conceptos e ideas. Y mediante las ideas somos capaces de integrar no sólo nuestras percepciones, sino las de los demás e incluso las de generaciones pasadas, posibilitando así el desarrollo de la ciencia y, en general, de la cultura. Todos los animales superiores producen efectos en el mundo mediante sus efectores, se interfieren en el mundo. También nosotros producimos efectos, actuando, pero, además de producir efectos, los anticipamos lingüísticamente en forma de intenciones. Esto nos permite 'ensayar' simbólicamente lo que vamos a hacer, antes de hacerlo, y plantear nuestra acción y combinarla con los demás en acciones colectivas de gran complejidad y singular eficacia para la transformación del mundo” (p. 197)
Así pues, la unidad del proceso de la acción no viene constituida por el resultado de la acción sino por la intención. El razonamiento práctico reviste gran importancia para la explicación y comprensión de las acciones educativas. Ahora bien, la racionalidad práctica presupone otro tipo de racionalidad: la creencial. Según J. Mosterín (1987), la racionalidad no se aplica sólo a las acciones sino también a las creencias y, aunque podemos encontrar similitud entre intenciones y creencias, las primeras son las ideas en que articulamos por anticipado nuestras acciones mientras que, las segundas, son las ideas en que articulamos a posteriori nuestras percepciones.
Referencias bibliográficas:
Arnold, P.J. (1991): Educación física, movimiento y curriculum. Morata y MEC. Madrid.
Contreras, J. (1994): Enseñanza, curriculum y profesorado (2ª ed.). Akal. Madrid.
Mosterín, J. (1987): Racionalidad y acción humana (2ª ed.). Alianza. Madrid.
Polanyi, M. (1966): The tacit dimension. Doubleday Anchor Books. New York.
Ryle, G. (1949): The Concept of Mind. Hutchinson. Londres.
Schön, D. A. (1992): La formación de los profesionales reflexivos. Paidós. Barcelona.
Von Wright, G.H. (1987): Explicación y comprensión. Alianza. Madrid.
[i] Esta caracterización de la racionalidad práctica, tanto en un sentido débil como en un sentido fuerte, se corresponde con la dimensión de educación en movimiento que tratamos en el trabajo presentado en este mismo congreso: Funciones de la educación física en el curriculum escolar.